*Las vacaciones pagadas por el estado español (1981 Alicante, 1982 Valencia) y sus trece meses,
Los telediarios de mi niñez con la espeluznante guerra de Vietnam, Ama, “yo no voy a ir a la mili, me cago en Franco”.
Mis aitas me acompañaron, el txistulari nos despidió en la estación a la panda de reclutas, ¿era yo un cobarde de veinte años? ¿Iba a servir al ejercito español? mi primo Eukeni había estado preso por su objeción de conciencia, que personalidad, vaya huevos. Fue un viaje muy amargo, la gente empezaba a beber, a fumar, a contar sus universos, paramos en Madrid, cambio de tren, no salí de la estación, estaba en guerra con Madrid.
Llegamos al final del trayecto, Alicante, al campamento de Rabasa, una cárcel camuflada.
¿Se debe agarrar del cuello a un fatxa que te insulta, que te humilla, y que te roba el petate con los víveres de casa? ¿¿O es mejor mearse en los pantalones y darle pena? ¿Y luego mearme en la cama, en formación, a todas horas y librarse de la mili? Ese era mi plan, pero me encontré encima del desplomado fatxa, no dejaba de apretarle el cuello, tenía los brazos acostumbrados a remar olas con intensidad y mi propia alma ardía, inflamada por la furia, después vinieron las represalias, las muchas cocinas, las vacunas a presión, las teóricas, los desfiles, hasta besar la bandera. Y de ahí a Valencia, a un cuartel sin bandera, de castigo de tropa y mando el Guadalajara 20, en Paterna, al lado de los cuarteles de artillería, donde Milans del Bosch saco los tanques a la calle en el fallido 23-f, un año antes. Todo aquello era bastante txungo, algo desconocido, desagradable, gente con verdaderos problemas que nunca los había visto.
Un gordito humillado que no podía ponerse las botas y dormía con ellas, yonkis delincuentes picándose en las camaretas, los barbitúricos y los intentos de suicidio de gente frágil, otros saliendo dando tumbos del hogar del soldado y entrando en el movimiento cirrótico, gente con sarna, la camareta de los vascos salvaba la situación,…
en España era el mundial de fútbol 82, el papa nos visito, las repetidas maniobras, el mes ingresado en el hospital militar, las inundaciones de valencia, el helicóptero que estallo en nuestra compañía, los tres ocupantes murieron, donde estaba el ardor guerrero de los militares oficiales que no se personaron para el rescate, ese helicóptero suena mal, suena mal, vocifera el capitán, el aparato volador entra escorado librando el deposito de agua, pierde el control y cae dado vuelta encima de los aseos de la compañía, furrier!,furrier!, vocifera el capitán, llevar los extintores, colabora Mikel Arrázola de transmisiones, Rubén el asturiano y yo, “cabo furrier”. Sentía miedo al acercarme al aparato en llamas, con el combustible llameando los cuerpos de los tres tripulantes, un buen y único oficial se atrevió al rescate, los tres le mangueabamos su cuerpo con los extintores, consiguió sacar un cuerpo, destrozado, le salía espuma por la boca, estaba muerto.
Valor: “se le supone”, eso pusieron en mi cartilla militar.
Del caqui al verde OTAN es igual, adiós a las armas.
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